viernes, 21 de diciembre de 2012

LA RESTAURACIÓN


        La Restauración abarca desde el 29 de diciembre de 1874, fecha del triunfo monárquico a favor de Alfonso XII en Sagunto, hasta septiembre de 1923 con el acceso al gobierno, por medio del golpe de estado, de Miguel Primo de Rivera. En este período la política gravita en torno al sistema canovista. Cánovas del Castillo, creador de la Unión Liberal fue a quien Isabel II asignó para liderar el partido Alfonsino, durante el Sexenio revolucionario. Una vez logrado su objetivo concibe un nuevo sistema político inspirado en el modelo británico. Así, la Monarquía parlamentaria bicameral y el bipartidismo, acaban con el sistema unipartidista. En 1876 se aprueba la Constitución.

Los dos grandes partidos son, por un lado el conservador, presidido por Cánovas del Castillo, que está integrado por moderados de la época isabelina. Lideran la política durante la Restauración hasta que, a fines de siglo, surgen problemas internos que provocan la escisión. Aparecen, entonces, los reformistas liderados por Silvela.

            Por otro está el partido liberal liderado por Sagasta, su base se corresponde con los progresistas de la época de Isabel II junto a radicales y unionistas. Durante los años en que ocupan el poder incorporan leyes avanzadas como el sufragio universal.
Ambos partidos se suceden en el poder a lo largo del reinado de Alfonso XII.
Tras un primer momento donde se logra alcanzar cierto grado de estabilidad y orden público al poner fin a la guerra carlista y pacificar Cuba mediante el tratado de Zanjón, le sigue una etapa donde los problemas de tipo político, social, educativo, etc. crecen, a lo que se une el falseamiento y manipulación de elecciones. La figura del cacique, de acuerdo con las fuerzas vivas del pueblo (cura, maestro, etc) consigue influir en la población para que vote a uno u otro partido. Estos pucherazos hacen que el pueblo se desentienda de la política, huyendo a los partidos de la oposición. El objetivo está logrado. Se produce una alternancia en el poder ejercido casi siempre por los mismos. Mientras, la política va decayendo, los trabajadores se acercan a las asociaciones obreras que adquieren gran fuerza.

            1898 es un año que marca un antes y un después en la historia de España, ya que, desde el punto de vista interno, supuso el fin de la Restauración, el brote de los nacionalismos, la trasformación socioeconómica, el nacimiento del sindicalismo, y la alternancia de partidos entre conservadores, con Cánovas a la cabeza, y los liberales, con Sagasta.

Soldados de la Guerra de Cuba

            En cuanto a la política exterior, se produce el fin del imperio colonial español. Así, con el Tratado de París de 10 de diciembre de 1898, España renuncia definitivamente a su soberanía sobre Cuba, cede a Estados Unidos las islas Filipinas, a cambio de veinte millones de dólares, así como Puerto Rico.
            En 1899 con el Tratado hispano-alemán, España cede a Alemania las islas Marianas (con la excepción de Guam), las Carolinas y las Palaos, a cambio de quince millones de dólares.
            La enajenación de nuestros territorios de ultramar provocó una profunda crisis en los intelectuales españoles, hasta el punto de denominarse a ese grupo de literatos, pensadores y ensayistas, la Generación del 98.
            Joaquín Costa asimiló la Restauración con “oligarquía y caciquismo”.

            El reinado de Alfonso XIII fue muy convulso: inestabilidad gubernamental, derrotas militares en Marruecos que acabaron por provocar la Semana Trágica en 1909, al negarse los soldados en Barcelona a ser enviados a aquella guerra en África.
 Además se aprobó la Ley del Candado, por la que los gobernadores civiles regulaban el derecho de asociación.
Una serie de hechos, como el de que en 1917 se hicieran más fuertes las reivindicaciones autonomistas, el crecimiento de la conflictividad social, el que en julio de 1921 se produjera el Desastre de Annual y el que el presidente Eduardo Dato fuera asesinado por los anarquistas, provocaron que se produjera el golpe de Miguel Primo de Rivera en 1923.
A partir de este momento tiene lugar la militarización de la administración pública. Para solucionar los problemas principales que desestabilizaban la gobernabilidad de la nación, Primo de Rivera declaró el estado de guerra en Cataluña y solucionó la cuestión de Marruecos con el exitoso desembarco de Alhucemas.
Una vez resuelto esto, sustituyó la Dictadura militar por una Dictadura civil.
Durante su gobierno acometió numerosas reformas que modernizaron el país desde el punto de vista económico.
En 1926 fracasó el pronunciamiento republicano de la “Sanjuanada”, finalmente, en enero de 1930,  Miguel Primo de Rivera presentó su dimisión. La oposición contra Alfonso XIII siguió creciendo.
En 1931 firman el Pacto de San Sebastián tres  generaciones de intelectuales: la de 1898, encabezada por Ángel Ganivet con su Idearium español, esta generación estuvo formada por escritores como Pío Baroja, Azorín, Unamuno, Valle-Inclán, Ramiro de Maeztu y Antonio Machado; la de 1914, Juan  Ramón Jiménez, Ramón Pérez de Ayala, José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Gómez de la Serna  y Gabriel Miró, y la de 1927, con Federico García Lorca, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Jorge Guillén y  Vicente Aleixandre.
El 14 de abril de 1931 se proclama la 2ª República.

Referencias bibliográficas
-LARA MARTÍNEZ, Laura y LARA MARTÍNEZ, María. “La Restauración: fase de crisis y desintegración (1898-1931)”en  www.liceus.com

-MOLAS RIBALTA, Pedro. Manual de Historia Moderna de España. Madrid: Espasa Calpe, 1988.

AUTORES: Cesar, Sergio, Miguel y Belén

martes, 4 de diciembre de 2012

ÚNICA CONTRIBUCIÓN Y CATASTRO DEL MARQUÉS DE LA ENSENADA


La intención del marqués de la Ensenada con su proyecto de Catastro era simplificar las rentas provinciales y sustituirlas por una Única Contribución que estuviera en proporción a lo que cada uno tenía, con esto se evitaría que la imposición recayera únicamente en el pueblo llano, librándose la nobleza y el clero.

     

El marqués de la Ensenada

En España se realizarán tres catastros a lo largo del siglo XVIII:

1)      El catastro de Patiño, en Cataluña (1715-1716).
2)      El catastro de Ensenada, en los reinos de Castilla y León (1749-1757) aunque nunca llegó a llevarse a cabo.
3)      La Planimetría General de Madrid (1749-1752), en la capital.

            Para averiguar lo que tenía cada uno, era preciso investigar los bienes de todos los vasallos, incluidos los nobles y los eclesiásticos.

En lo relativo a la riqueza averiguada, ésta se organizaría en dos ramos: el de lo real (bienes y derechos) y el de lo industrial-comercial (utilidad o lucro derivados de la actuación profesional, fuese de tipo artesanal, liberal o comercial).

El Catastro, pues, eran las declaraciones de bienes de los titulares, que eran comprobadas por la Administración con ayuda de peritos y técnicos, constitución de los libros donde se registraba todo, cálculo de valor fiscal de esos bienes y establecimiento de los estadillos de resumen de cada pueblo y de cada provincia. Todo esto para calcular las rentas locales, provinciales (consistentes en alcabalas, millones, cientos, etc.) y la del Reino.

Para ello se crea la Real Junta de la Única Contribución, con sede en Madrid, en el palacio del Buen Retiro, que dependía del Rey y estaba formada por miembros de los Consejos e Intendentes provinciales (posteriormente formarán parte de Contadurías Provinciales), que tenían a su vez oficiales a su cargo para que confeccionaran los libros en los que se registraban los asientos, como garante público estaba el escribano. También intervenían geómetras que medían el término, agrimensores que verificaban los datos de cabida de tierras y casas, asesores jurídicos y alguaciles. Para eludir las suspicacias del Clero, se pone al frente al Inquisidor General. Su secretario Bartolomé Sánchez de Valencia, que había dirigido la operación piloto en Guadalajara, es el alma de todo el proceso. También es fundamental el marqués de Puertonuevo, que actuó de analista, consultor y asesor. Todo ello a cuenta del Erario Real.
  
Aunque el marqués de la Ensenada cayó en 1754, el proyecto continuó, y en 1756 el trabajo ya estaba prácticamente terminado, con excepción de Murcia y de Madrid, esta última debido a que las élites intentaron ocultar sus bienes.


Páginas del Catastro

Incluso se obtuvo el Breve del Papa Benedicto XIV autorizando la aplicación de la Única Contribución a los bienes eclesiásticos.

Pero tienen lugar una serie de hechos que impidieron que el proyecto llegara a ponerse en marcha: la muerte de Bartolomé Sánchez de Valencia y la inacción de la Administración por la depresión del Rey Fernando VI tras la muerte de su esposa.

Aunque en tiempos de Carlos III se intenta poner otra vez en marcha, acabará por abandonarse en 1779.

El proyecto costó cinco años de esfuerzo y 40 millones de reales, trabajaron en ello más de 6000 hombres, los peritos fueron más de 90.000 fueron registradas más de 7 millones de personas. Fue un trabajo exhaustivo sobre el terreno y sobre los archivos.

En resumen: el catastro era una pieza fundamental de modernización, que servía para superar el déficit crónico de las haciendas estatales, conseguir la equidad fiscal entre estamentos (clase sociales) y territorios dentro de un mismo Estado, y como instrumento para conocer el territorio de modo que sirviera para mejorar en el futuro infraestructuras y modernizar la agricultura y la industria

Referencias bibliográficas

-CAMARERO-BULLÓN, Concepción. “El catastro en España en el siglo XVIII” en www.eurocadastre.org (visitado el 28 de noviembre 2012).

DÍAZ LÓPEZ, Julián. “La Única Contribución como objetivo de la política ilustrada. La realización del Catastro de Ensenada en el Valle del Andarax”. Boletín del Instituto de Estudios Almerienses, 14 (1995), pp. 19-41.

-LORENZO CADARSO, Pedro Luis. “Proyecto de la Única Contribución en Zaragoza: el censo de 1733-1734 como fuente para la historia económica y social”. BROCAR, 28 (2004), pp. 195-214.

AUTOR: MIGUEL P.